Siento que no tenga la inmediatez de los anteriores. Las actividades culturales allí, la vuelta retomando el trabajo atrasado, Francia que nos visita (os lo cuento en otro post)… me han alejado de la página.
La visita a la escuela rural fue precedida de un pequeño senderismo por un parque natural para meternos en ambiente. ¡Y nos metió: alucinantes paisajes de un blanco sólo roto por las islas de abetos! Los dos españoles sureños íbamos especialmente advertidos, «no os paséis jugando con la nieve debajo de los árboles que no queremos tener que ponernos a escarbar para desenterraros». Nos portamos bien y llegamos a la escuela íntegros.
La escuela era pequeña y encantadora. Nos recibió una de sus maestras enseñándonos todas las instalaciones; también pudimos entrar en una clase en curso, en ella la peculiaridad es que el maestro encargado tenía que impartir tres niveles a la vez, como compensación el número de alumnos es muy pequeño.
Como en los institutos, buenos recursos y todos muy bien mantenidos y ordenados. Una curiosidad: les resulta más fácil la comunicación en invierno que en verano; en invierno se llega a la escuela desde la ciudad más cercana haciendo unos 45 km por una carretera de hielo que cruza un lago, en verano el lago se funde y tienen que hacer más de 90 para rodearlo.